Ayer nos enfrentamos a la primera década de los años 2000, a la alternancia en el poder, del PP de José María Aznar al PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero. El crecimiento económico basado en la construcción, la guerra de Irak, los atentados de Atocha o la preocupación por lo social, son algunos de los hitos de este período.
Por otro lado, nuestro cine se muestra plenamente establecido. A los clásicos Berlanga, Borau o Fernán Gómez, que por razones biológicas dejan de dirigir, los van sustituyendo los Almodóvar, Trueba o Vicente Aranda, con su magnífica Juana la loca. Los que a finales de los 90 comenzaban a despuntar, en la primera década de los 2000 se consolidan: Médem, Albaladejo, Amenábar, con su oscarizada Mar adentro. Y aparece una nueva generación de realizadores más preocupados por el cine en su concepto, con productos intimistas como es el caso de Cesc Gay con En la ciudad, o con películas de género, como en el caso del thriller con la magnífica Caja 507, de Enrique Urbizu.
Pero, sin duda, son las mujeres las que más tienen que aportar en esta década: La vida sin mí, de Isabel Coixet; Siete mesas de billar francés, de Gracia Querejeta, o Te doy mis ojos y Mataharis, de Iciar Bollaín.
Aquí os dejamos la información sobre este período, junto con una presentación de Gracia Querejeta y sus Siete mesas de billar francés:
El azar y las circunstancias, como decía el filósofo español Ortega y Gasset, nos llevaron a analizar Mataharis, la película de Bollaín, que reflejaba muy bien un cine social hecho por mujeres, en el que la descripción de la realidad no se detiene en maniqueísmos vanos
Tuvimos un arco muy diferente de opiniones. A algunos les había encantado, les parecía una hermosa película hecha por mujeres, con personajes femeninos muy bien definidos, donde se combinaba a la perfección la vida familiar con el mundo laboral. Se incidía en el trabajo de las actrices y la importancia de la música en el desarrollo de la trama.
A otros, la película les pareció demasiado pegada a la cotidianidad, demasiado cercana a nuestra propia vida, sin sorpresas. Una película que se recuerda a la perfección en un segundo visionado, pero de la que seguramente no guardaremos una imagen indeleble en nuestra memoria.
A algunos les había emocionado, probablemente porque los personajes que crea Iciar Bollaín son de carne y hueso y se parecen tanto a nosotros que nos recuerdan que nuestras vidas también valen mucho la pena.
Hubo referencias a los momentos de decisión ante el futuro, la importancia de estos personajes para arriesgar su modus vivendi tal y como es o sus puestos de trabajo por razones éticas o emocionales.
Finalmente, reflexionamos sobre el universo de lo femenino y de lo masculino, de la sorpresa en la reacción de algunos hombres y del punto de vista equidistante de la directora.
Aquí os dejamos también una presentación sobre la película y su directora para que podáis profundizar un poquito más en lo que Mataharis nos contó: